Hace unos días, me sorprendí con unas referencias en las redes sociales a cierto personaje de cuya desaparición era el aniversario o algo así. Los comentarios provenían de perfiles de diverso tipo: desde empingorotadas marquesonas de la jerarquía pepera, hasta progretas de discurso chupiguay pasando por distintas subespecies de marujas, paletos de variado pelaje y hasta algún plumifero cultureta.
Todos coincidían en que España le debía mucho al tipo en cuestión. Una vez descartados los capos del FMI, de la banca nacional e internacional y de sanedrines financiero-mundialistas por el estilo, me picó la curiosidad por saber a quién se referían.
Al final descubrí la identidad del pájaro y me pareció buena idea que nuestros inteligentes lectores pudieran demostrar su sagacidad adivinándola. Para facilitar la labor investigadora, he aquí dos pistas:
1ª Pista.- Se trata de los dos primeros versos de una popular cancioncilla que, en la época de la Transición solía corearse durante reuniones, fiestas e incluso manifestaciones de algunos irritantes elementos poco respetuosos con dicha Transición. Son los siguientes:
En el pueblo de Cebreros, se impacientan los cabreros,
Ay chévere, chévere, chévere. Ay chévere, chévere, chon.
(…)
2ª Pista.- Si todavía no has resuelto el enigma, lee atentamente el siguiente soneto:
Fue mamporrero de un borbón perjuro
y él también escupió en su juramento.
España convirtió en un esperpento
y medró sin vergüenza y sin apuro.
Abrazó a un asesino comunista,
convirtió en mercadillo el Parlamento
y le sirvió, sumiso, el alimento
al sangriento animal separatista.
Entregó la Nación a los banqueros
y fundó un chiringuito de ladrones
que con milongas se lo llevan muerto.
Y ,como premio a aquestos desafueros,
lo elogian con incienso y oraciones
y le han puesto su nombre a un aeropuerto.
Los lectores que descubran la identidad del personaje misterioso no tendrán derecho a ninguna compensación en metálico (este boletín, aunque rico en imaginación, es paupérrimo en divisas). Disfrutarán, en cambio, del reconocimiento de sus amigos y vecinos si comentan con ellos su intelectual hazaña. También contarán con la admiración boquiabierta e incondicional de los descomunales miembros de esta Redacción.
J.L. Antonaya