Alguno de los viejos del lugar se acordará de la campaña, años ha (unos 20), de Nokia en los momentos en que empezaron a hacerse inevitablemente usuales los teléfonos móviles. El eslógan connecting people se hizo popular y algunos no nos creíamos del todo que todo el mundo iría a llevar encima su móvil, a todas horas de forma ininterrumpida, hasta para ir a cagar.
Gran error.
Hoy todo el mundo está conectado, las personas caminan por la calle como zombis mirando la pantalla de su teléfono, si estás con tu pareja aprovechas el tiempo en que se va al baño para consultar tu feisbuc o tu guasap, en el minuto y medio que estás detenido en el semáforo no puedes evitar abrir el móvil… no sea que te pierdas alguna de las chorradas que cuelga normalmente el people. Y si se nos olvida el teléfono en casa, gran tragedia ¡qué será de nosotros sin poder estar conectados!.
Reconozcamos que este adocenamiento ya lo sentimos como algo consustancial a nuestras vidas, nuestra existencia está unida de forma inmisericorde al aparatito de marras, de hecho se nos hace imposible tener que vivir sin él. Coño, ¿cómo se apañaría antes la gente sin el móvil…?.
Hoy les recupero la noticia de un tipo -un chiflado, sin duda alguna- que decidió revelarse, aunque fuesen unos días, contra la alienación programada y cortó con el connecting people y el guasap. Y, oigan… ¡sobrevivió!
Luis M.
El ermitaño que pasó 100 días aislado en una cabaña asturiana
http://www.elmundo.es/papel/historias/2018/02/09/5a7cad30e5fdea32798b457b.html