Cualquier padre o madre que sea lector de El Cadenazo sabe que la lucha por un futuro mejor pierde cualquier resquicio de egoísmo, pues no es un combate por uno mismo, sino por nuestros hijos.
Cuando alguien no tiene familia, lo típico, con honrosas excepciones, es entonar el “después de mi, el diluvio”. ¿Para qué ahorrar, si los ratones se van a comer nuestro esfuerzo? Aún más: ¿para qué mantener una compostura y unas formas adecuadas, si nadie se avergonzará en el futuro de nosotros?
Siempre se ha dicho que el secreto de las empresas familiares, algunas más que centenarias, es que los propietarios no luchaban por sí mismos, sino por lo que aquí dejarían.
Este axioma puede trasladarse con sencillez a la gobernación de las naciones. Y es escalofriante porque si nos paramos a pensar vemos que los líderes del Reino Unido, Teresa May, de Alemania, Angela Merkel, de Italia, Paolo Gentiloni, de Bélgica, Charles Michel, de Holanda, Mark Rutte y más recientemente de Francia, Enmanuel Macron, no tienen hijos.
¿Con que ímpetu van a luchar por el futuro de Europa? ¿Podemos esperar otra cosa que no sea por su parte el vivir el momento, y después de mi, que arda Troya?
Delenda Est Europa.
GUTIÉRREZ