Llevo tiempo buscando un calificativo para esas encantadoras damiselas que últimamente están tan de moda. Las que aparecen chillando como cerdas el día de matanza, exigiendo aborto libre. Las que tan grácilmente muestran su peluda sobaquera y lucen sus gelatinosas chichas, mientras se declaran en contra de los fascistas cánones de belleza que las oprimen. Las que son capaces de manifestarse contra la violencia gritando “machete al machote”, exigen igualdad y a la vez un trato preferente, se cuelan despechugadas en iglesias pero jamás ofenderían a un musulmán y ven violencia machista hasta en las pelis de Disney… Sí, sí, esas que se supone luchan por liberarnos del maléfico heteropatriarcado feminicida.
No sabía cómo denominarlas con una sola palabra, porque encarnan tal compendio de virtudes, que es difícil expresarlo resumidamente y me niego en firme a llamarlas “feminazis”…
Hasta que un amigo mencionó un término que me sirvió de inspiración (gracias, Giovanni) y entonces lo ví claro: un vocablo especialmente creado para ellas y con la connotación apropiada para tan ilustre colectivo.
La primera idea que se le viene a una a la cabeza cuando aparecen estas hienas en cualquier medio de comunicación es “vaya panda gilipollas” (con perdón). Pero no. No podemos usar una palabra tan falocéntrica y sexista. Y ya que las instituciones han metido con calzador términos como médica, pilota o miembra, deberíamos crear un equivalente a la palabra gilipollas (con perdón) para el género femenino. Así surgió la idea de llamarlas “gilichirri”.
GILICHIRRI: dícese de la hembrista histérica y resentida que vive amargada por diferentes traumas imaginarios y que, además, trata de amargar al resto de la humanidad.
Alguno podría acusarme de hostigadora, por andar buscando el hocico a éstas gilichirris, ahora que tan calladitas parecen estar, después de los ataques sexuales llevados a cabo por miles de inmigrantes en varios países de Europa.
Para cualquier persona normal, defender simultáneamente la libertad sexual, por un lado, y la inmigración no europea, por otro, resulta una contradicción, a la luz de los últimos acontecimientos, ¿no?
Pues a ellas les parece de lo más coherente. Digo más: no sólo piensan que las violaciones nada tienen que ver con la inmigración, sino que, encima, creen que todo es un montaje del heteropatriarcado fascista. ¡Vamos ya!
Para la gilichirri común, nuestra sociedad promueve la violación, todos los hombres son violadores en potencia y lo de Colonia, por ejemplo, es una exageración de los medios para encubrir el culto a la violación que vertebra nuestra repugnante cultura.
Aquí dejo un edificante artículo al respecto, escrito por una acreditada gilichirri, por si alguien piensa que, a lo mejor, lo estoy malinterpretando:
http://www.pikaramagazine.com/…/vienen-a-violar-a-nuestras…/
En tan insigne reseña podemos comprobar cómo el gilichirrismo considera nefasto el concepto de “masculinidad guerrera” y detesta al “macho conquistador”.
Y se quedan tan contentas.
Como si esa masculinidad guerrera no fuera la que ha llevado a millones de “machos” a sacrificarse, a lo largo de los siglos, para que hoy ellas puedan disfrutar de todas las ventajas que les ofrece nuestra cultura, o lo que queda de ella. Y como si el macho conquistador no hubiera peleado, codo con codo, JUNTO A la “hembra luchadora” (concepto que ellas no serían capaces de encarnar ni volviendo a nacer), para forjar Europa, desde el principio de los tiempos.
Las gilichirris van y sueltan que la cultura de la violación no tiene fronteras, como si en la Europa actual fuera normal que mil tíos se organicen para robar y acosar a todo bicho viviente. Relacionan las violaciones con los “micromachismos” (no, no es una marca de coches de juguete; es otro término estrafalario del gilichirrismo), de tal modo que, cuando aparecen cada vez más casos de violaciones perpetradas por inmigrantes, ellas salen con que la saga Crepúsculo fomenta la cultura de la violación. Olé ahí.
Y, ojo, que en torno a toda gilichirri sieeeempre pululará algún pagafantas dispuesto a ofrecerle sus gónadas en bandeja. En el enlace anteriormente citado aparece un lustroso espécimen de esta clase. Es el pobre castrado que, en los comentarios, confiesa haber participado en un pasillo “metemanos” en el insti. Una acción reprobable, por supuesto, pero que no deja de ser un hecho corregible y que dista mucho de las salvajadas que recientemente se están denunciando. Es como si alguien habla de canibalismo y aparece este personaje entonando el mea culpa porque de pequeño se comía los mocos.
En fin, que podríamos continuar citando las diferentes ocurrencias y taraduras de la fauna gilichirril, pero por desgracia me temo que no acabaríamos nunca, ya que una característica sine qua non de toda gilichirri, es que su disposición para la degeneración tiende a infinito, igual que su estupidez.
ANA PAVÓN