La última película de James Bond es una auténtica basura. Totalmente politizada por la ideología de género y el antirracismo (que en realidad significa odio hacia los blancos) la película se atasca de principio a fín olvidando la “esencia Bond”.
El film es un continuo castigo a Bond, como hombre que nos representa a todos, con una negraza, si no empoderada, de poderosa impresión, dándole más que la réplica, y situándose del caderazo como la próxima y verdadera 007. Además con Bond temporalmente desaparecido y trabajando para la CIA, lo convierten en algo inaceptable: un traidor a su patria… para después regresar y ser rechazado de 007 ya que la 007 es la negraza por y para siempre. Amén.
Para colmo, James Bond no tiene apenas escenas de acción… y es ¡padre por sorpresa! con una hija de 3 años, tócate los cojones, frijolito.
Al final, no sólo es que se carguen al personaje espiritualmente, se lo cargan físicamente porque James Bond muere, en realidad, se inmola en una mega explosión para que no haya dudas… Por supuesto, de ahora en adelante 007 será la negra terminando la película con ella.
Ian Flemming se tiene que estar descojonando en su tumba con un Martini con vodka mezclado, no agitado, y un cigarrillo en la otra… pardillos.
ALFRED HORN