No es hora de lamentos ni de duelo.
La Oscuridad avanza y nos supera.
Traídos por la escoria traicionera
los salvajes invaden nuestro suelo.
Tenemos a los orcos casi encima.
La horda nos ataca y arremete.
Anticipan los cuervos el banquete:
La hora de la sangre se aproxima.
No venderemos barata nuestra vida
ni seremos, sin luchas y sin fuego,
los hijos de una raza derrotada.
Aún resiste mi Patria dolorida.
No acabará sin más el fatal juego
si queda un brazo firme y una espada
J. L. ANTONAYA