Algunos de la Pandilla Basura del Nuevo Orden Mundial están tristes. Saben de “la fiesta” que nos espera el año próximo, la llevan años preparando entre confetti, fuegos artificiales y música, y a pesar de todo tienen, y a veces lo notan, un corazoncito de níquel con mucho hollín y azufre que no les deja respirar. A veces, más bien pocas.
La confesión de que fue un error matar a la princesa Diana “porque sabía demasiado” es razón de peso para sustentar la tesis de que aun le queda sangre humana en las venas a Su Graciosa Majestad Británica de la última transfusión, a la que se somete semanalmente, y la Navidad que nos pone tontorrones a todos.
Nos cuentas tus más íntimas tristezas, Elisabeth, y eso no está bien, que nosotros tampoco nos llevamos bien con la nuera y no por eso la accidentamos. Pobre Diana, princesa-yegüa de los Mountbatten-Windsor, es curioso que siendo alemanes sean reyes de Gran Bretaña, parece que para algunas familias no hay país al que servir, sino un mundo para explotar. De futura reina de Inglaterra a icono gay en pocos años, con amante árabe millonario. Esto es una carrera y no las de Ashton.
Tomamos nota, reina mora. Esta Navidad a tope y mañana vosotros diréis, que para eso estamos, o ya veremos. Yo de momento he pedido a los reyes, a los de verdad, a los magos, otra frenchi y una mosquito, dos contenedores de munición y tabaco para todos, que el alcohol se destila en casa.
¡God shave the Queen!
A. MARTÍN